El patio es un elemento milenario de la arquitectura que ha estado especialmente presente en todas las culturas del mundo mediterráneo. Lo encontramos en el Oikos griego, en la Domus romana y en el Riad árabe como verdaderos centros de la casa, como espacios de privacidad a cielo abierto, de paz y tranquilidad. Normalmente contaban con vegetación y con agua -aportando frescura y naturaleza en forma de idílicos jardines- y ofrecían un uso muy polivalente -de encuentro y recreo- en un clima cálido como el mediterráneo. De herencia árabe son también los patios andaluces, un buen ejemplo de cómo organizar la vida en torno a ese núcleo abierto, verde y con presencia del agua.
Más próximos a nosotros, a mediados de siglo XX, los arquitectos españoles de la modernidad también utilizaron este dispositivo climático en ejemplos tan conocidos como el de la Casa MMI de J. M. Sostres en Barcelona. Se trataba de un patio en el corazón de la casa, de tamaño muy doméstico, pretendidamente abstracto -racional- y desnudo -sin vegetación- que incorporaba un estanque en forma de lámina de agua. El patio suponía un eficaz espacio de iluminación, de ventilación, de luces y sombras, que haciendo uso además de una pérgola de lamas conseguía un control de la incidencia del sol y por tanto una mejor regulación térmica.
El patio se convierte así en un elemento de climatización natural, que permite las ventilaciones cruzadas -corrientes de aire-, como si de un `aire acondicionado natural´ se tratara. Gracias a todas estas características bioclimáticas, el patio se ha revelado también en la actualidad como una pieza imprescindible en el diseño de casas que siguen las pautas de la `vivienda pasiva´, hecha con criterios ecológicos y de sostenibilidad.
Otros ejemplos de la época los encontramos en la admirada arquitectura moderna del sur de California de los años 40 y 50, cuyas tierras también disfrutan de nuestro mismo suave y templado clima mediterráneo que permite hacer vida al exterior casi todo el año.
En uno de los momentos más brillantes de la arquitectura residencial, encontramos sofisticados ejemplos de casas patio -vocablo que aún conservan por influencia de la colonización española- como fueron las Case Study Houses nº 23 y 25 que construyeron Killingsworth, Brady y Smith en Los Ángeles y en San Diego. En la primera, se trata de un patio central, a modo de habitación sin techo, alrededor del cual se organiza toda la vivienda. Y en la segunda, emplean un patio lateral, de doble altura, sutilmente tamizado por finas lamas que lo rayan de luz tensionando verticalmente el espacio.
En el proyecto de la Casa de Matola, ubicada en el campo de Elche, una de las ideas fundamentales era la voluntad de ser, entre otras cosas, una casa-patio mediterránea, introvertida, protegida del exterior, que disfrutara de cierta vida intimista. Por ello, desde el principio, se pensó en la necesidad de introducir el elemento del patio como ese núcleo doméstico que anima a socializar en la privacidad.
Además, en este caso, el patio tiene la particularidad de estar abierto en uno de sus extremos para unirse en continuidad con el `porche´ de la casa que es el otro espacio exterior fundamental para la vida familiar y social. Sobre este elemento tan interesante de la arquitectura popular del campo de Elche -el porche o porchada- hablaremos en el siguiente post de este blog.
El patio de la casa de Matola está justo en el baricentro de la vivienda que es la zona de entrada a la casa -bien desde el garaje o bien desde la calle-. De hecho, el espacio vestibular se desarrolla todo él en torno al patio, lo cual convierte la llegada en un instante muy especial, entrando a una `especie de afuera´. Además, en esta casa, cuya planta tiene forma de L, se ha utilizado también el patio para articular la transición entre ambas partes -entre ambos brazos- separando claramente la zona común y la zona privada de los dormitorios.
Por todo ello, el patio se convierte en una pieza vital de este proyecto porque ensancha y dilata el espacio interior; aumenta el horizonte y el paisaje de la casa; multiplica las experiencias de uso; enriquece con sus visiones cruzadas y contribuye a diluir el límite entre el dentro y el fuera fundiéndolo en un todo.
Y finalmente, lo más emocionante de un patio -de este patio- es que se trata de una habitación al aire libre que deja ver el cielo azul y la noche estrellada; una habitación que captura y filtra la luz en los distintos momentos del día y de las estaciones, llenando el espacio interior de matices, de situaciones muy cambiantes, vibrantes, que sus privilegiados habitantes nunca olvidarán.
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