Los mediterráneos disfrutamos de un clima, en general, suave, con inviernos templados, que nos permite hacer vida al aire libre la mayor parte del año. Pero el clima mediterráneo también nos somete en verano a meses muy calurosos con días de sol muy intenso.
Es por ello que surge la necesidad ancestral de incorporar, a esa forma de vida al aire libre, elementos de sombra en los que resguardarse del sol inclemente y las altas temperaturas. A ese elemento que permite poder estar a cubierto en el exterior de las casas es al que dedicamos este post: al porche.
Etimológicamente la palabra porche es un préstamo del catalán antiguo porxe y este, a su vez, del latín vulgar porticus, con el que se denominaba a la “estructura adosada a un edificio que formaba un vestíbulo abierto y cubierto sustentado por columnas o pilares”. En el campo de Elche, a este espacio clave de la vivienda rural tradicional, se le denominaba porxá y, en castellano, porchada.
Ese añadido de sombra fue tomando cuerpo arquitectónico pasando de los primitivos elementos ligeros, como simples techumbres vegetales, a piezas más consistentes que formaban parte integrante del volumen de la edificación. Esta evolución la podemos observar en el porche de las casas rurales del campo de Elche que acaba siendo un elemento perfectamente conectado a la edificación principal y que le acaba confiriendo la peculiar silueta afilada que caracteriza la estética arquitectónica de esta tipología.
En las pedanías del campo de Elche, todavía existen centenares de estas casas agrícolas diseminadas por el paisaje, muchas en desuso y ruinosas, como vestigio de un patrimonio cultural que desaparece. Era una tipología vernácula que se repetía casi invariablemente y que venía definida por estar desarrollada en una sola planta, por estar orientada a mediodía, por tener cubiertas a dos aguas y por tener un porche en la parte delantera y un gran patio-corral en la parte trasera.
Como se explica en el trabajo “La vivienda rural del Campo de Elche” (AA. VV.), “el carácter emblemático de estas viviendas se concentra sobre todo en la porxá. Construida para preservar del calor del verano, esta era la zona más importante de la casa, donde se guardaba el carro, los aperos de labranza y se secaban algunas cosechas, resguardándolas de la lluvia. También era un lugar de comida, de convivencia, donde se lavaba, se cosía y se contaban las historias y enseñanzas propias del campo. Dadas las altas temperaturas de esta zona durante casi todo el año era el lugar donde más se convivía, por lo que se adecentaba como si de otra habitación se tratase”.
Si avanzamos en el tiempo y pasamos de la "arquitectura tradicional local" a la "modernidad arquitectónica española", nos encontramos maravillosos ejemplos de arquitectos que quisieron y supieron llevar la esencia de lo mediterráneo a sus proyectos. Como en la Casa Ugalde (1952), auténtica joya de la arquitectura española, en la que J. A. Coderch proyecta dos importantes espacios de sombra: un porche sobre una terraza en la fachada oeste y otro gran porche junto a la piscina bajo el volumen de la planta superior.
O como en la Casa Gili o en la Catasús, en las que también hace uso de los porches de sombra volando las cubiertas sobre los muros blancos. Además, en los tres casos, Coderch establece una relación de total contigüidad entre el porche y la piscina como si de un binomio refrescante se tratara.
El proyecto de la Casa de Matola quiere ser ante todo una "casa del Camp d´Elx", como las que todavía pueblan las pedanías rurales con su peculiar silueta, con sus cubiertas inclinadas de cerámica y con sus profundos porches de sombra orientados al mediodía. La Casa de Matola quiere recoger el legado de esa arquitectura tradicional en la que el porche es una seña de identidad.
Sabíamos de la necesidad y de la importancia de este espacio para la futura vida familiar y social de la casa, sabiendo que se disfrutaría durante todo el año y especialmente en verano, como así ha sido. El porche funciona de este modo como un verdadero espacio intermedio que hace de transición entre el interior de la casa y los espacios ajardinados exteriores.
En realidad, al igual que el patio, el elemento porche es otro dispositivo climático con un propósito muy concreto: ser un elemento de sombreamiento eficaz que en invierno, cuando el sol está muy horizontal, deja entrar algo de sol en la casa, calentándola -permitiendo una ganancia energética- y, en verano, cuando el sol está muy vertical, sirve de protección solar total. En el caso concreto de esta casa se consigue, además, una ventilación cruzada con el patio que produce una corriente de aire muy agradable en verano.
Como síntesis final sobre este elemento arquitectónico tan mediterráneo, sirva este fragmento del artículo “La porxá en la vivienda rural del camp d´Elx” de Antonio Ródenas, donde se refiere a esta pieza clave de la vivienda:
“A la porxá, provocadora de sombra, se acude buscando el buen estar que allí se goza en los días calurosos de verano, estación esta que, junto a la aridez del suelo y la escasez constante de lluvia motivan el porqué de pieza tan característica. La porxá preservará del sol la parte frontal de la casa, orientada al mediodía.
A esta amplia zona, se dieron un sinfín de usos entre útiles y lúdicos, porque allí era donde el labrador guardaba el carro, almacenaba los aperos, protegía eventualmente sus cosechas, comía, cenaba,… siendo también el entrañable espacio adecuado para dar paso a la convivencia… Las pausas y los silencios se mezclaban con los sonidos del campo formando, en conjunto, eso a lo que llamamos paz. La porxá, aliviadora de calores, se define así como una avanzada de lo que todo hombre busca en este mundo: el bienestar”.
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